QUÉ PRETENDO?

Este "blog" quiere ser un elogio a la lectura, una invitación a contar con un libro como amigo, compañero que siempre está ahí y que hace volar tu imaginación.

lunes, 14 de mayo de 2012

LA ESTEPA INFINITA de Esther Hautzig

Es un libro publicado en 1968 por primera vez y, hasta 2008 no lo hemos visto editado en español. No se trata de un  relato sobre un tema del gusto de la escritora, sino de una historia vivida por la propia autora, donde el personaje principal es ella misma. Estamos, pues, ante una autobigrafía narrada en primera persona y sobre un tema que ha hecho verter ríos de tinta: los judíos y la Segunda Guerra Mundial. La originalidad de La estepa infinita radica en el tratamiento que Esther Hautzig le da a unos acontecimientos, fruto de una situación bélica, terribles y rompedores en la vida de de cualquier ser humano. De hecho, el libro entero es un canto a la vida por encima de todo, a la supervivencia humana a pesar de las dificultades. Es una alianza constante y consentida con los reveses y contrariedades con que se va encontrado Esther y su familia, con el fin de entresacar un mínimo de dignidad en sus acciones.

Polonia, invadida en 1939 por Alemania al Este y por la Unión Soviética al Oeste, quedó dividida en dos tras muchas luchas internas y muchos miles de polacos muertos. La familia de Esther, judíos capitalistas, vivían en Vilna, ciudad de la zona perteneciente a los soviéticos. Como se trataba de una familia adinerada, los propios rusos leninistas en 1941 los deportaron a territorios de la estepa siberiana, obligándoles a trabajar duro si querían comer algo. Su  destino, después de viajar en un tren durante mes y medio hacinados en un vagón para animales, fue la ciudad de Rubtsovsk, a la que llegaron en pleno mes de Julio bajo un sol ardiente que hacía la atmósfera irrespirable. Preguntados irrespetuosamente sobre qué sabían hacer, fueron destinados la mayoría a una mina de yeso y tenían que compartir una habitación sin muebles con otras personas. Los niños y los viejos quitarían hierba en el patatar. A golpe de silbato, sin apenas asearse, iban pasando los días. Nuestra protagonista, al calor de sus padres y abuela, se adaptaba y hasta encontraba un resquicio de romanticismo en su vida. 

Liberados por una amnistía concedida por la Unión Soviética a todos los detenidos polacos en territorio soviético, tuvieron que buscar qué hacer y dónde vivir en el mismo Rubtsovsk. Lo encontraron pero ganaban tan poco dinero que tenían que ir vendiendo lo poco que se llevaron de Vilna. Por si fuera poco, recibieron la noticia de la muerte de uno de sus abuelos que había sido enviado al frente, noticia superada por la marcha de su padre, también movilizado. Esther, en compañía de su madre y abuela, fue mezclando su trabajo con la escuela, la cual le servió para ser aceptada por los demás compañeros y para irse cultivando.

Pasados unos cinco años y finalizada la guerra en 1945, los deportados fueron devueltos a Polonia, pero no a sus casas. Tendrían que empezar de nuevo en otra ciudad. La noticia fue como una bomba para Esther, quien ya se había hecho un hueco a su medida en Rubtsovsk, aunque pronto la aceptó al conocer que pronto vería a su padre. Y su gran optimismo la lleva a pensar que han salvado la vida gracias a su deportación.

Es una historia triste pero esperanzadora que, si bien fue contada 23 años después de que sucediera, Esther  Hautzig nos la hace revivir aunque, bajo mi punto de vista, algo acelerada. Supongo que, al querer condensar la idea principal que no dudo es el gran optimismo y la valentía de Esther y su familia, se ha visto obligada a seleccionar los episodios que lo demuestran. Cualquier ser humano, por muy arrojado que sea, necesita más tiempo que el que utiliza la protagonista para encajar, aceptar y superar positivamente un revés.
Encuentro que son muchas adversidades demasiado seguidas y resueltas en muy poco tiempo. Me ha llamado la atención que entre las páginas 247 y 249 ha colocado varios momentos angustiosos y, hasta alguno un poco fantasioso. A Esther le proponen coger un tren de vuelta a Polonia tres días más tarde, seguramente a sabiendas de que ese tren no existiría. A las pocas líneas, la protagonista se baja del tren en una breve parada y, estando observando el paisaje, se pone en marcha el convoy. Un amigo que se da cuenta, baja y la sube casi de un empujón, quedándose él en tierra corriendo detrás del tren. A las pocas líneas, aparece el amigo diciendo que pudo agarrarse a la escalerilla del último vagón. Un momento casi inmediato, Esther se cae sobre la estufa y se quema una mano. En fin, una condensación poco realista quizà fruto del amplio espacio de tiempo entre cuándo sucedió y cuándo se contó.

La próxima lectura es LAS VOCES DEL DESIERTO de Marlo Morgan.





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