Nacida el 29 de setiembre de 1937 y doctora en
Bioquímica y Medicina oriental, Marlo Morgan ejerció como médico, aunque
finalmente abandonó la profesión para dedicarse a escribir. Conocedora de
muchas culturas por sus continuos viajes, sus escritos intentan ser puntos de
referencia de costumbres de minorías australianas, africanas, ... Las voces
del desierto fue su primera novela que, narrada en forma autobiogràfica,
nos hace seguirla en su propio despertar a una creciente espiritualidad. Lo hace a
través de un grupo de aborígenes australianos que, en marcha por el desierto de
la región de Outback, la inician en ella. A lo largo de la novela, Morgan sitúa
a esta minoría australiana en un plano de costumbres, convivencia y
experiencias paranormales muy superior al de la sociedad
contemporánea.
Le ofrecen un trabajo en Australia para cinco años
porque les ha gustado un programa de medicina preventiva que había diseñado.
Acepta y marcha, ya que también será un motivo para conocer de cerca un país de
desde pequeña le había atraído mucho. Ella sabía que, además de la població
occidentalista que se había adueñado del país, había grupos de nativos que
vivían relegados a unas tierras de poco valor y que, en ocasiones, cogían algo
que no les pertenecía para poder alimentarse. Incluso, había algunos de ellos
que vivían entre la gente de las ciudades. Para un grupo de estos últimos,
Morgan, la protagonista, organiza reuniones para iniciarlos en el mundo
empresarial con un negocio de cortinillas antimosquitos, empresa que acaba
siendo todo un éxito. Invitada a una reunión que iba a celebrar un grupo de
aborígenes, se prepara para asistir a la manera occidental, pensando que iban a
hablarle de su proyecto y agradecérselo. Pero la reunión resultó ser una
invitación a un viaje a través del desierto, descalzos, con ropa cómoda y sin
provisiones hacia un lugar escondido que sólo les pertenecía a ellos.
Pretendían que los conociera realmente como eran y cómo podían vivir. Así, podría enviar un mensaje de espiritualidad al resto del mundo. A cambio de su respeto
a la naturaleza, ésta les devolvía unos poderes mentales sobre todas las cosas:
provisión de alimentos, enfermedades, curaciones, que revertían en un bienestar
psíquico de paz, equilibrio y satisfacción por el que daban las gracias, a menudo, a la Divina
Unidad.
Después de varios meses de una convivencia de
hermandad, colaboración y altruismo, desconocida en nuestro mundo, llegaron a
un lugar sagrado para aquella tribu de aborígenes. Era una cueva enorme, a modo
de poblado, donde muchos de ellos vivían, sobrevivían diría yo, haciendo
diferentes trabajos para después comerciar con ellos. A este lugar, también
iban los ancianos al final de su vida. Los Auténticos, que así se
llamaban los nativos, querían enviar un mensaje a los Mutantes, resto de
occidentales. Morgan tenía que ser la portadora de las noticias. Habían
decidido no tener más hijos para así acabar con la existencia de la tribu y
querían hacer saber a los occidentales lo equivocados que están en su modo de vida.
La autora, en este libro, mezcla hechos
reales con la fantasía del relato novelado. Quizá lo que pretende es, de
una manera amena, introducir al lector en la realidad de los aborígenes de
cualquier país del mundo y de cómo están más cerca de un camino de vida más
espiritual y satisfactorio que los occidentales y, a pesar de ello, están en
peligro de extinción, como si estuviera triunfando lo material sobre lo
espiritual, lo superfluo sobre lo importante, el consumo salvaje de bienes materiales sobre las necesidades reales, conduciendo al Planeta a una degradación
progresiva que podría acabar en su extinción.
Con un poco de libertad para las lecturas del
verano, una de las opciones es EL TIEMPO ENTRE COSTURAS de María Dueñas.